El Mundial de Clubes 2025 arranca en Estados Unidos con la promesa de reunir a los mejores equipos del planeta, pero con un enfoque cada vez más alejado del fútbol tradicional. La FIFA decidió apostar por una experiencia pensada para el consumidor moderno y no tanto para el hincha de siempre, ese que ayudó a construir la historia del deporte con su fidelidad incondicional.
Esta edición del torneo marcará un quiebre con muchas costumbres clásicas. Por ejemplo, los equipos ya no saldrán al campo en fila y en silencio, sino que serán presentados uno por uno, al estilo NBA, con luces, humo y locutor en cancha. El fútbol, bajo el mando de Infantino, se parece cada vez más a un show televisivo que a una competencia deportiva.
Otra innovación impuesta será la obligación de dar entrevistas al término del primer tiempo, con micrófonos en cancha listos para captar las reacciones inmediatas. Se trata de una medida que busca mayor cercanía con el espectador, pero que incomoda a los jugadores y va en contra del espíritu de concentración que exige el fútbol de alto nivel.
La FIFA parece decidida a sacrificar la esencia del juego en pos de la espectacularidad. Con estos cambios, el organismo no teme alejarse de los fanáticos tradicionales si eso significa captar nuevos públicos. Para Zúrich, la balanza ya se inclinó hace rato: importa más el cliente que el hincha.
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